“Cuando vivas la experiencia de lo Uno, no verás lo múltiple”
Sri Ramana Maharshi
“Cuando vivas la experiencia de lo Uno, no verás lo múltiple”
Sri Ramana recomendaba la técnica de la auto-indagación (atma-vichara): la idea de que uno es una persona que habita en un cuerpo debe ser cuestionada hasta quedar eliminada. Así nos enfocamos exclusivamente en la sensación de “Yo”, que es testigo o perceptor de todas nuestras actividades y experiencias, sin verse afectado por ellas. El foco en el Yo y no en lo que el Yo experimenta, hace que la sensación de ser una persona limitada disminuya y llegue a su fin, y da lugar a un verdadero conocimiento del Sí mismo. El morar en ese conocimiento es la autorrealización o liberación. Sri Ramana afirmaba que este método de autoindagación debe practicarse en medio de la vida cotidiana y junto con la entrega incondicional a la divinidad, señaló que constituyen los dos únicos medios efectivos para la liberación.
La esencia de sus enseñanzas se halla en un breve libro titulado “¿Quién soy yo?”, que contiene las primeras instrucciones que dio a sus discípulos, directas de su única experiencia de autorrealización. El poder de la enseñanza puede ser alcanzado por quienquiera que la ponga en práctica. Es del Ser consciente que surgen los pensamientos y por quien son percibidos. El comprender esto ayuda a la trascendencia del ego, y así se torna posible la realización de la existencia absoluta.
Aquellas personas que ya hayan adquirido conocimiento sobre los lineamientos de las distintas filosofías de la India y los diferentes caminos del Yoga. Por lo general, las enseñanzas de Sri Ramana Maharshi atraen más a los que son proclives a la reflexión contemplativa, a diferencia de quienes son más emocionales y prefieren prácticas y ejercicios devocionales.
Uno de los grandes místicos contemporáneos del hinduismo y maestro del Yoga del Conocimiento (Gñana yoga). Su obra se sitúa dentro de la pura tradición Advaita, conciencia de la no dualidad, y su enseñanza oral y escrita ha trascendido en Oriente y Occidente.
Nació en el sur de la India, en 1879. Con diecisiete años, Ramana Maharshi tuvo el presentimiento de que se iba a morir. Se acostó en el suelo, sintiendo los síntomas de su muerte, contuvo la respiración y se dijo: Mi cuerpo está muerto, pero yo aún vivo. En ese estado supraconsciente, pudo experimentar que él no era el cuerpo, sino el Ser; en ese instante, alcanzó un conocimiento espontáneo del Ser consciente.
Ramana Maharshi instruía a sus devotos a no pensar en los problemas, sino a disolver los pensamientos, a liberar la mente de preocupaciones irrelevantes, y expandir la individualidad hasta el infinito mediante la correcta indagación del propio Ser. Su rasgo distintivo fue que en estado de profunda realización, el poder de su mero silencio consciente despertaba la conciencia de quienes lo visitaban. Lograba así disipar las preocupaciones y dudas de sus devotos. Hablaba muy poco y afirmaba que impartía enseñanzas verbales sólo para quienes eran incapaces de comprender su silencio, ya que éstas eran vías indirectas de transmisión de la enseñanza. La transmisión directa se daba por mero contacto con su presencia.
“Yo no soy mi cuerpo; soy más. Yo no soy mi habla, mis órganos, el oído, el olfato; eso no soy yo. La mente que piensa, tampoco soy yo. Si nada de eso soy, entonces ¿Quién soy? La conciencia que permanece, eso soy.”
Este venerado maestro decía que sólo la Conciencia existe, como sustrato subyacente en el que todos los seres y fenómenos físicos aparecen y desaparecen. Esta realidad se ve oscurecida por las ideas auto-limitantes de la mente egoica, que si se abandonan, se revelará la realidad de la Conciencia. A quienes no lograban la captación intuitiva de esta enseñanza experiencial.
Durante la mayor parte de su vida, vivió en la colina sagrada de Arunachala en Tiruvannamalai, al sur de la India, hasta su muerte en 1950, en un ashram que los devotos construyeron alrededor de él para recibir a las miles de personas que lo visitaban – tanto de Oriente como de Occidente. Aún hoy, miles de devotos siguen visitando el lugar dejando testimonio de la profunda paz y sabiduría que constantemente emanaba de su sencilla presencia.
Decía que no sentía la inclinación a escribir nada. Escribió sólo para satisfacer la solicitud de algún devoto:
Cinco estrofas sobre el alma única (1928).
La esencia de la instrucción (1927)
¿Quién soy yo? (1923)
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