Como seres humanos somos multidimensionales. La plenitud, como felicidad real en nuestra vida, se logra cuando reconocemos y expresamos todas nuestras dimensiones, sin excluir ninguna. Como sucede con un instrumento musical, la música es más rica cuando se expresa a traves de todas las notas, y no sólo con una.
A grandes rasgos, nuestro ser incluye una dimensión física, una mental y emocional y otra espiritual. Estas dimensiones se enriquecen mutuamente, ya que son distintos niveles o frecuencias de nuestro propio ser. Por lo general, vivimos identificados con nuestro cuerpo y nuestra mente, sin integrar nuestra conciencia espiritual, es decir, la atención está todo el tiempo en nuestras experiencias físicas y nuestros pensamientos.
Cuando sólo nos identificamos con nuestro cuerpo y la mente, estamos en el plano del “hacer”, enfocados en crear, cambiar, trabajar y planear. Cuando podemos expresar nuestra dimensión consciente, vivimos desde el plano del “ser”, estando presentes, registrando, notando sin juzgar.
Dos miradas: ser y hacer
- Modo ser: La mirada que revela la realidad presente tal como surge es abierta, vacía, sin preconceptos, presente y consciente.
- Modo hacer: La mirada que juzga la realidad según su condicionamiento es agitada, llena de nociones, opiniones y preconceptos, basada en el pasado y el futuro, y desconectada del momento presente.
Lo ideal es que aprendamos a estar en el momento a medida que realizamos acciones, o sea, ser en el hacer. No es que un modo sea mejor que el otro; ambos nos ayudan de modo diferente. Sin embargo, cuando usamos un modo equivocado para una situación en particular, esto genera dificultades.
Por ejemplo, aplicar el modo “hacer” frente a emociones que sentimos, nos lleva a tratarlas como algo que hay que suprimir o evadir. Esto puede aliviarnos en el momento, pero no resuelve la situación de fondo y probablemente la emoción volverá a surgir, aún con más fuerza y en momentos inesperados.
En cambio, en el modo “ser” podemos integrar estas emociones a nuestra experiencia y explorar qué aspecto no atendido de nosotros nos están mostrando. Una reacción de enojo hacia otra persona, ante nuestra mirada más atenta, podría revelar que su verdadera causa es un miedo menos consciente a ser abandonados, lo que nos permitiría atender ese miedo.
Cuando vivimos desde el hacer solamente, nuestra atención se mueve del pasado al futuro, y nos preocupamos por cumplir metas y objetivos, pero no sentimos profundidad ni paz porque este modo de conciencia nos desconecta del presente y nos enfoca en la brecha entre cómo las cosas son y cómo deberían ser. La realidad siempre requiere ser mejorada de alguna manera y somos conscientes de todas las fallas que hay que corregir, las tareas por terminar, las cosas pendientes por hacer.
Cuando además de hacer, podemos darnos espacio para ser, nos tornamos conscientes de los aspectos que no eran apreciados y reconocidos de la realidad. Pequeños y simples detalles que hacen rica la experiencia, que se revela como fresca, variada e interesante. Caminar una cuadra en modo hacer, va a convertir nuestros pasos en un medio para un fin, que es llegar al punto a donde nos dirigimos. Si podemos combinar nuestro caminar con el modo ser, tomamos conciencia del proceso de caminar, de los árboles en la calle, los sonidos de los pájaros, el cielo amplio y toda una variedad de colores, formas, texturas y sonidos que se abren a nuestro reconocimiento.
¿Cómo integrar el modo hacer al modo ser?
Hay algunas maneras simples de pasar del modo inconsciente al modo consciente, para enriquecer y profundizar nuestra experiencia, y entrenarnos para estar cada vez más presentes:
Varias veces a lo largo de nuestro día, es aconsejable hacer una breve pausa de 30 segundos y explorar con nuestra atención la experiencia presente, haciéndonos una o todas estas preguntas:
- ¿Qué siento en mi cuerpo ahora, qué sensaciones tengo en el cuerpo, cómo está mi postura en este momento?
- ¿Qué pensamientos predominan ahora en mi mente, qué cosas estoy pensando, qué contenidos hay en mi mente en este momento?
- ¿Qué emociones siento ahora, cuál es el tono emocional que predomina en este momento, tal vez combinado con matices de otras emociones?
- Antes de responder un email, o de atender el teléfono, o arrancar el auto, ayuda mucho darnos un breve espacio para hacer dos o tres respiraciones conscientes, lentas y profundas.
- Si a menudo subimos y bajamos una escalera donde vivimos o trabajamos, o cuando nos levantamos para ir al baño o vamos a servirnos un té o agua, demos pasos conscientes: elijamos poner toda nuestra atención en las plantas de los pies al caminar esa corta distancia.
- Todos tenemos alguna palabra o frase que nos recuerda volver al presente o nos invita a tomar conciencia, por ejemplo, puede ser la palabra “¡volver!» Sirve mucho pegar o escribir una palabra en el espejo del baño, en el monitor de la computadora, en el celular o donde miremos con frecuencia durante nuestro día.
- No importa cuán ocupados y atareados estemos, tomemos unos segundos para mirar algo de la naturaleza: el cielo por la ventana, una flor en una maceta, un árbol en la vereda. La naturaleza, por ser presencia pura, nos devuelve de modo natural a la calma del presente.
- Darnos un tiempo para desarrollar un hobby, una actividad creativa o jugar nos conecta con los sentidos y de inmediato nos trae el modo “ser”.
- Durante acciones cotidianas, como comer o bañarnos, invitarnos a hacerlo con toda nuestra atención en las sensaciones, disfrutando de ellas.
- Apartar algunos minutos todos los días para sentarnos en silencio, y habitar con conciencia nuestro cuerpo, mente y emociones. Esto generará una gran intimidad e integración de nuestras distintas dimensiones.
Poco a poco, estas prácticas nos ayudarán a integrar la atención plena a nuestro hacer, lo que nos permitirá recuperar nuestra dimensión más profunda y así sentirnos completos, libres y dichosos simplemente de ser.
Un comentario
Me apasiona todo ésto.Me serena, me vuelve a mi esencia.A mi yo verdadero.
Pero el curso de Meditacion no està hoy a mi alcance