En nuestras relaciones, ya sean de trabajo, pareja o amistad, muchas veces esperamos actitudes o acciones del otro que creemos “son las correctas”. Así, nos colocamos en una posición de expectativa, en donde si el otro cumple, somos felices y si no, nos atrapa el malestar. Ahora bien, ¿es verdad que la otra persona debería actuar como yo creo? Y más importante aún: ¿Cómo me sentiría si no tuviera ese pensamiento cargado de expectativa? La mayoría de las veces, lo que esperamos del otro, es lo que más necesitamos darnos a nosotros mismos.
La forma en que fuimos educados, nuestras creencias y nuestros valores definen la manera en que vemos y entendemos la realidad: cómo deberían ser las cosas, qué puedo hacer y qué no, qué debería hacer el hombre, qué debería hacer la mujer, cómo debería ser un jefe, o cómo debo actuar ante mis amigos y ellos conmigo. ¿Alguna vez te pusiste a pensar que tu vida está definida por tus creencias? Y otra pregunta fundamental: ¿alguna vez cuestionaste tus creencias para saber si son ciertas? Es muy liberador darse cuenta de que no todo lo que creemos es verdad.
La autora estadounidense Byron Katie, experta en la indagación de los pensamientos, propone una técnica de 4 preguntas que resulta infalible para desarmar creencias que limitan nuestra felicidad. Dice así:
“Lo que nos perturba no es lo que ocurre, sino nuestros pensamientos sobre lo que ocurre (…) El sufrimiento es optativo, siempre que experimentamos un sentimiento estresante, podemos estar seguros de que, seamos o no conscientes de él, existe un pensamiento específico que provoca nuestra reacción”.
A continuación, compartimos el método que propone la autora para llevar a cabo la indagación de nuestros pensamientos:
Primero, es importante identificar el pensamiento que constituye tu creencia en forma de una afirmación, y luego, realizar las siguientes preguntas:
- ¿Es verdad?
- ¿Puedo saber que es verdad con absoluta certeza?
- ¿Cómo reacciono, qué sucede, cuando creo ese pensamiento?
- ¿Quién sería sin este pensamiento?
Un ejemplo podría ser el siguiente pensamiento:
“Mi pareja no me escucha”
1- ¿Es verdad?
Sí.
2 – ¿Puedo saber que es verdad con absoluta certeza?
No.
3- ¿Cómo reacciono, qué sucede, cuando creo ese pensamiento?
Me siento angustiado, no querido y solo. Me alejo y peleo. Baja mi autoestima.
4- ¿Quién serías sin ese pensamiento?
Me sentiría feliz, fuerte y motivado a construir juntos.
En muy importante resaltar la sensación de liberación, paz y felicidad que trae la cuarta pregunta: “¿Quién serías sin ese pensamiento?” Es solo un pensamiento…un pensamiento que define (o no) nuestro sufrimiento.
Katie va más allá y propone un paso adicional, más profundo, pero revelador, sobre los pensamientos que nos limitan: las inversiones. Se trata de invertir nuestra afirmación inicial, para experimentar el opuesto a lo que originalmente creímos; la afirmación puede ser dada vuelta, hacia el otro y hacia uno mismo. Es fundamental que, por cada inversión, se encuentren al menos 3 ejemplos genuinos de la realidad que la fundamenten.
Así, en el ejemplo anterior (“Mi pareja no me escucha”) las inversiones podrían ser:
- “Mi pareja me escucha”
- “Yo no lo/la escucho”
- “Yo no me escucho”
Ejemplos de la realidad que fundamenten la primera inversión podrían ser:
- “Cada vez que estoy preocupado por algo, me escucha atentamente y me da muy buenos consejos”.
- “Hoy me preguntó sobre algo que comenté la semana anterior, pero yo pensaba que no me había escuchado”
- “Cuando le hablo me mira a los ojos”.
Lo mismo debemos hacer con las otras dos inversiones, siendo la última la más reveladora (inversión que ahora refiere a uno mismo): “Yo no me escucho” ¿En qué situaciones es cierto esto en tu vida?
En palabras de Katie: “Cuando comencé a vivir, y a practicar las inversiones, me di cuenta de que todo lo que yo decía sobre los demás, se aplicaba a mí misma. Simplemente era mi proyección. Ahora, en vez de tratar de cambiar el mundo que me rodea (en toda mi vida esto nunca funcionó), puedo fijar mis pensamientos escribiéndolos sobre papel. Luego los indago, los invierto, y encuentro que soy igual a como pensaba que eras vos. En el instante en que veo a otro como egoísta, estoy siendo egoísta (al decidir cómo debe ser el otro). En el momento en que juzgo a otro como maleducado o cruel, estoy siendo maleducada o cruel con la otra persona. Si creo que otro debe dejar de hacer la guerra, me pongo en guerra con el otro mentalmente.”
Animándote a cuestionar las creencias que te limitan podés recuperar el poder de tu felicidad. Se logra cuestionando tus pensamientos, uno tras otro.