Todo parece ser poco cuando buscamos integrar nuestros dolores. El primer paso es sentir, permitirnos sentir el dolor. No quiere decir ni que debemos regodearnos en el dolor, ni que debemos exacerbarlo. Lo bueno del dolor es que nos alerta sobre ciertas cosas que sin sentir dolor no veríamos. No se trata de esconder el dolor, en absoluto. Sino de reconocer la función que tiene. Debemos permitir que el dolor nos toque, que nos atraviese ya sea un dolor físico, emocional o existencial. Se puede trascender el dolor si en medio de la incomodidad logramos sentir paz. No se trata de escapar del dolor. El dolor es inevitable. Por lo tanto es diferente al sufrimiento que sí implica un rechazo al dolor. Además, no hay dolores eternos. Aun los persistentes tienen algún tipo de movimiento. El dolor quiebra la estructura rígida del ego. Hay caminos menos efectivos que llevan a la «evitación emocional», a través de «pensamientos positivos», pero no son lo mismo que la mente positiva que conoce el poder aún mayor que se encuentra en la propia presencia. Esta presencia no evita el dolor sino que se sabe más fuerte. Es imposible no compungirnos frente a todo lo que está pasando en la pandemia que nos afecta a todos. De hecho, podemos hacer un minuto de silencio, por ejemplo, en honor a los que sufren. Si tenemos la posibilidad de aliviar el dolor, hagámoslo. Pero esto viene después de sentir el dolor, no de evitarlo. Hay una cuota de dolor que es auto-generado, auto-infligido: la autocrítica y la queja, por ejemplo. Si estamos alimentando ideas como «no sirvo», «no valgo» pueden estar generando sufrimiento como algo que está podrido y nos va llenando de dolor desagradable. Está bien honrar las emociones pero no es conveniente instalarse en las emociones para construir un yo que se victimiza. El cuerpo expresa el dolor llorando, en eso se parece a la lluvia. Habilitemos «lloratorios». Para llorar las lágrimas que tal vez no lloramos en el pasado. El dolor puede convertirse en combustible para la evolución. La oruga no tiene idea de la mariposa que será. Pero debe transformarse o morirá. Es decir que hay que confiar en el dolor para estirar nuestra capacidad de integrar, de observar. Crecemos con la idea de que hay que temer a las tormentas. Pero es posible regocijarnos en medio de la tormenta. Es bueno saber que se puede. Idealmente podremos observar si estamos alimentando el dolor en forma inconsciente. Nunca es tarde para darnos – a nosotros mismos- aquello que nos falta. El dolor precisa ser reconocido y ser honrado.
#Dolor #aceptación #sentir
Para suscribirte a nuestro canal de YouTube hacé clic aquí.
También podrás ver otros Vivos en la sección Propuestas.