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¿Por qué existe el sufrimiento? Entrevista a Ken Wilber

Wilber rastrea el origen del sufrimiento y nos cuenta por qué no es divertido cenar solo.

Ken Wilber, filósofo contemporáneo que abarca casi todos los temas del universo, es el creador de la teoría integral. En este intento de una “teoría de todo”, traza los pasos para el desarrollo humano incluyendo la evolución espiritual. Se puede leer más sobre él en la sección Maestros de Guía Espiritual aquí.

Esta entrevista que le hizo el Dr. Richard Young a Wilber para la revista Pathways no es reciente pero es atemporal la opinión de Wilber sobre por qué un Dios bueno, crearía un mundo donde existe el mal y el sufrimiento. A continuación en forma de diálogo lo mejor de esa entrevista:

– ¿ Por qué se manifiesta el Espíritu en vez de no hacerlo, sobre todo cuando esa manifestación es dolorosa y requiere que el mismo Espíritu se vuelva amnésico respecto de su propia identidad? ¿Para qué se encarna Dios?

–  Ah, veo que estás empezando por las preguntas fáciles. Bueno, te doy algunas respuestas teóricas que se han propuesto durante la historia y después te cuento mi experiencia personal.

En realidad, yo le hice esta misma pregunta a varios maestros espirituales y uno de ellos me dio esta breve respuesta que ya es un clásico: “No es divertido cenar solo”.

Esto puede parecer superficial, supongo, pero cuanto más lo pensás, más sentido tiene. ¿Qué pasa si, para divertirnos, hacemos de cuenta – en forma blasfema, hacemos de cuenta por un momento – que somos el Espíritu, el Tat Tvam Asi (Nota de Traductora: Tat Tvam Asi significa en sánscrito: “Yo soy Aquello”, la divinidad que hay en nosotros)? ¿Si fueras Dios todopoderoso, para qué manifestarías un mundo? ¿Un mundo, que como vos decís, es necesariamente un mundo de separación, agitación y sufrimiento? ¿Para qué, siendo lo Uno, darías surgimiento a lo Múltiple?

– ¿Porque no es divertido cenar solo?

– Claro, ¿no empieza a tener más sentido? Estás ahí, lo Uno y Único, lo Uno y lo Infinito. ¿Cuál sería tu siguiente paso? Disfrutar de tu propia gloria para toda la eternidad, regodearte en tu propio deleite por los siglos de los siglos ¿y después qué? Tarde o temprano, tal vez decidas que sería divertido – solo por diversión – hacer de cuenta que vos no sos vos. Supongamos… ¿qué otra cosa vas a hacer después? ¿Qué otra cosa podés hacer?

– Manifestar un mundo.

– ¿No es cierto? Después se pone todavía más interesante. Cuando yo era chico, trataba de jugar al ajedrez contra mí mismo. ¿Alguna vez lo intentaste?

-Sí, recuerdo haber hecho algo parecido.

-¿Y? ¿Funcionó?

-No exactamente, porque siempre sabía cuál sería el juego de mi “oponente”. Estaba jugando de los dos lados, o sea que no me podía sorprender. Siempre sabía lo que iba a hacer en ambos roles, así que no era un juego divertido. Necesitás que “otro” se preste al juego.

-Ése es el problema. Necesitás un “otro”. O sea que si sos el único Ser que existe y querés jugar – querés jugar cualquier tipo de juego – tenés que tomar el rol del otro, y después olvidarte de que estás jugando de los dos lados. Si no, como decís, el juego no es divertido. Tenés que hacer de cuenta que sos el contrincante con una convicción tal que puedas olvidarte de que estás interpretando todos los papeles. Si no te olvidás, no hay juego, simplemente no es divertido.

-O sea que si querés jugar, creo que el término oriental es “lila”, tenés que olvidarte de quién sos. Amnesis.

-Sí, creo que sí. Y éste es exactamente el núcleo de la respuesta dada por los místicos en todas partes del mundo. Siendo lo Uno, y por pura exuberancia, plenitud, superabundancia, si querés jugar, regocijarte, divertirte primero debés manifestar lo Múltiple. Segundo, te tenés que olvidar que sos lo Múltiple. Si no, no hay juego. Manifestación, encarnación: es el gran juego de lo Uno que juega a ser lo Múltiple, por deporte y diversión.

-Pero no siempre es divertido.

-Bueno, sí y no. El mundo manifiesto es un mundo de opuestos, de placer versus dolor, de arriba versus abajo, del bien versus el mal, de sujeto versus objeto, de luz versus sombra. Pero si vas a jugar el gran juego cósmico, eso es lo que vos mismo pusiste en movimiento. ¿Cómo harías si no? Si no hay roles y no hay jugadores y no hay sufrimiento y no existe lo Múltiple, te quedás como lo Uno y Único, solo y apartado. Pero no es divertido cenar solo.

-O sea que el comienzo del juego de la manifestación es el comienzo del mundo del sufrimiento.

-Se empieza a entender así, ¿no? Y los místicos parecen estar de acuerdo. Pero hay un camino para salir de ese sufrimiento, una forma de liberarse de los opuestos, y eso implica darse cuenta – en forma de experiencia directa- de que el Espíritu no es el bien versus el mal o el placer versus el dolor o la luz versus la oscuridad, o la vida versus la muerte, o el todo versus la parte, o lo analítico versus lo holístico. El Espíritu es el Gran Jugador que da surgimiento a todos los opuestos por igual: yo, “como Todopoderoso dejo caer la Luz sobre todo lo bueno y todo lo malo por igual”; y los místicos de todo el mundo concuerdan. El Espíritu no es la mitad buena de los opuestos sino la condición de todos los opuestos. Y nuestra salvación, por así decirlo, no está en encontrar la mitad buena del dualismo, sino en encontrar el Origen de ambas mitades del dualismo, porque en realidad eso es lo que somos. Somos ambos lados del gran juego de la vida, porque nosotros, vos y yo, en los confines más profundos de nuestro propio Ser, hemos creado este juego de opuestos para poder tener un gran juego de ajedrez cósmico.

Esa es, la respuesta “teórica” que dan la mayoría de los místicos. La “no-dualidad”, como está descrita en los Upanishads, significa “estar libre de los opuestos”. Es decir, la gran liberación consiste en estar libres de los pares de opuestos, libres de la dualidad, y descubrir en realidad el Sabor Único, no dual, que permite el surgimiento de ambos. Esto implica una liberación porque abandonamos el sueño de pasarnos toda la vida tratando de encontrar un ‘arriba’ sin un ‘abajo’, un ‘adentro’ sin un ‘afuera’, un ‘bien’ sin un ‘mal’, un placer sin un inevitable dolor.

-Dijiste que tenías una respuesta más personal también….

-Sí. La primera vez que experimenté, aunque no fuera permanente, el estado de Nirvikalpa Samadhi, que quiere decir estar absorto en meditación en lo Uno sin forma, recuerdo tener la vaga sensación – muy sutil, muy leve – de que no quería estar solo en esta maravillosa expansión. Recuerdo que sentí, en forma muy difusa pero insistente, que quería compartir eso con alguien. O sea, ¿Qué haría uno en ese estado de soledad?

 –Manifestar un mundo.

 – A mí me parece que sí. Y sabía, si bien en forma prematura, que si salía de ese estado de lo Uno sin forma y reconocía el mundo de lo Múltiple, después iba a sufrir, porque lo que conforma lo Múltiple siempre se lastima entre sí, como también se ayuda. Y ¿sabés qué? Me alegré de entregarme a la paz de lo Uno, aun sabiendo que implicaba el dolor de lo Múltiple. Ahora, esto es solo un gustito de lo que han visto los grandes místicos pero mi experiencia limitada parece adecuarse a lo que ellos proponen: que siendo lo Uno aquello que da surgimiento a lo Múltiple, al dolor y al placer y a todos los opuestos, la elección es no permanecer en la exquisita soledad de lo Infinito; y, porque no querés cenar solo.

– Pero ¿qué pasa con el dolor que esto implica?

– Lo elegimos libremente como parte necesaria del juego de la vida. No se puede tener un mundo manifiesto sin los opuestos de placer y dolor. Y para librarnos del dolor – del pecado, del sufrimiento, de dukkha – primero tenemos que recordar quiénes somos y qué somos en realidad. Este proceso de recordar, este rescatar del olvido, esta anamnesis – “hagan esto en mi nombre” quiere decir “hagan esto recordando el Ser que en verdad son, Tat Tvam Asi. Las grandes religiones místicas del mundo nos brindan una serie de prácticas profundas para aquietar el pequeño yo que simulamos ser, que es el que causa el dolor y el sufrimiento que sentimos. Estas prácticas nos permiten despertar como el Gran Ser que es nuestra verdadera constitución, propósito y destino: “Deja que la conciencia que esté en ti sea la misma conciencia de Jesucristo”

-¿Este darse cuenta es una cuestión de todo o nada?

-No generalmente. Muchas veces implica una serie de experiencias de atisbos de nodualidad, vistazos del hecho de que somos uno con absolutamente todo lo manifestado, en sus aspectos buenos y malos, en su maravilla y en su dolor. Literalmente, somos el cosmos. Pero tendemos a entender este hecho definitivo durante atisbos crecientes de la infinidad que somos, y comprendemos exactamente por qué nos embarcamos en este maravilloso y horrible juego de la vida. Pero no es un juego cruel, no en última instancia, porque nosotros y solo cada uno de nosotros, hemos instigado este drama, este estado de lila, esta Kenosis.

-¿Pero qué hay de cierto con la noción de que estas experiencias de no dualidad, o de “conciencia cósmica” son solamente un derivado de la meditación y por lo tanto no son experiencias reales?

– Bueno, eso se puede decir de cualquier tipo de conocimiento que dependa de un instrumento. La “conciencia cósmica” muchas veces depende del instrumento de la meditación. ¿Es un problema? No. Ver el núcleo de una célula depende de un microscopio. ¿Decimos que el núcleo de la célula no es real porque es solo un derivado del microscopio? ¿Decimos que las lunas de Júpiter no son reales porque dependen de un telescopio? Los que esgrimen esta objeción son casi siempre personas que no quieren mirar a través del instrumento de la meditación, así como la Iglesia se resistió a mirar a través del telescopio de Galileo para reconocer que existen lunas en Júpiter. Dejemos que vivan dentro de su negación. Pero nosotros, debemos, en el mejor de los casos, y guiados por la caridad bien entendida y la compasión, tratar de convencerlos de que miren, aunque sea una vez, y que lo comprueben por sí mismos. No forzarlos, claro, sino solamente invitarlos a que lo hagan. Sospecho que se abriría otro mundo para ellos, un mundo que ha sido validado ampliamente por todos los que han mirado a través del telescopio, del microscopio, o de la meditación.

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