Aunque habitamos nuestro cuerpo en forma permanente, es extraño notar lo poco que lo conocemos; no somos del todo conscientes de él. Es como un pariente muy lejano que rara vez visitamos, excepto cuando algo nos duele o nos molesta.
Por este motivo, somos conscientes de nuestro cuerpo solo en parte. Por hábitos posturales no del todo saludables y falta de ejercicio adecuado, muchos de nosotros sufrimos por contracciones y molestias que nos impiden sentirnos bien físicamente. Dejamos de percibir el cuerpo como un todo armonioso, y a menudo una parte funciona en conflicto con la otra.
La meditación nos permite volver a dirigir la atención hacia nuestro cuerpo, y al hacerlo descubrir nuestras tensiones y malos hábitos. A partir de hacer consciente nuestro malestar, podemos empezar a liberar y a cambiar los hábitos que nos causan problemas.
Estos son ejercicios de observación que no requieren que estés quieto ni sentado, sino que los podés hacer durante tu rutina habitual. Podés practicarlos durante varios días, hasta notar que lográs conectarte mejor con tu cuerpo:
- Cuando te agachás para levantar algo del suelo, ¿te notás demasiado rígido? ¿Doblás la espalda pero dejás las piernas estiradas, sin usar los músculos? ¿Estiraste sólo el brazo porque tu espalda prefería quedar derecha, y te agachaste de mala gana?
- Cada vez que te encontrás caminando o corriendo, ¿sentís que tus movimientos son coordinados y fluídos? ¿Conservás gran parte de la flexibilidad que tenías cuando eras chico? ¿Te cuesta romper la inercia de la quietud para entrar en movimiento?
- ¿Cómo sentís tu postura cuando estás sentado? ¿Podés mantenerte derecho? ¿Tus hombros tienden a caer hacia adelante? Si notás que estabas encorvado y te sentás derecho, ¿cómo cambia tu sensación general del cuerpo?
- Observá cómo se mueven las demás personas. ¿Cómo son las posturas de los adolescentes en general? Prestá atención a cuánta gente camina con los hombros caídos o con tensión en el cuello, la cabeza y la cara. ¿Cuántos parecen caminar con esfuerzo?
- ¿Qué observás cuando ves reflejada tu imagen en un vidrio al pasar caminando? ¿Qué notás en esa imagen? ¿Hay algo que te sorprenda? ¿Encontrás algún parecido con lo que observaste en los demás en cuanto a tu postura?
Cuanto más observes y atiendas a tu cuerpo con estas sugerencias, podrás ir viendo que la relación con tu cuerpo se torna más íntima, comprensiva y cariñosa. Son grandes logros a cambio de sólo unos segundos de toma de conciencia.