Por Virginia Francisco
Lo mejor para nuestro desarrollo interior es ir conociendo y probando distintas prácticas y herramientas de meditación, ya que es la mejor manera de encontrar las que nos resultan más apropiadas. ¡Hay tanta variedad de formas y técnicas de meditación como personas en el mundo! No todas las prácticas enfatizan las mismas cualidades o actitudes, y es natural que prefiramos algunas en vez de otras. Nuestra propia intuición, a medida que vamos aprendiendo a confiar más en ella, nos irá guiando para que podamos discernir cuáles prácticas son las más apropiadas para un momento o etapa en particular. Lo cierto es que iremos encontrando en nuestro camino todos los aprendizajes que cada uno de nosotros precisa.
Ahora bien, todo camino debe ser transitado. Y si pretendemos sostener nuestra práctica en el tiempo, que es el único modo de recoger los beneficios de la meditación, precisaremos los mismos ingredientes que se requieren para sostener cualquier iniciativa que emprendamos:
- Motivación
- Disciplina
- Compromiso
Igual que las mareas marítimas y las estaciones del año, sabemos que nuestro estado de ánimo y entusiasmo tienden a fluctuar también. La motivación es la actitud que va a renovar una y otra vez nuestra vocación de caminar el sendero de la meditación. La manera más efectiva de mantener la motivación para meditar es inspirarnos con las vidas y las enseñanzas de aquellos que han alcanzado la autorrealización y expresan las verdaderas cualidades de su ser. Nos demuestran de forma concreta que es posible vivir con paz y dicha, aun en medio de los cambios y desafíos que son parte de la vida de todas las personas, sin excepción.
Motivación
Hay distintas motivaciones para meditar: desde reducir el nivel de estrés y sanar una enfermedad hasta contemplar los misterios de la existencia y cultivar la aceptación del momento presente. A medida que vamos profundizando el conocimiento de nosotros mismos, es muy frecuente que la motivación que nos llevó a meditar por primera vez sea reemplazada por otra que se adecua mejor a nuestra realidad interior del momento.
Disciplina
Cuando el entusiasmo, las ganas y la dedicación flaquean, el recurrir a una disciplina garantizará que no dependamos de nuestro humor o estado emocional pasajero. Todos nos favorecemos en mayor o menor medida con una disciplina sana, por ejemplo, la disciplina de la higiene, que hemos tenido que aprender a cultivar y sostener. Ya ni nos acordamos de la última vez que nos tuvieron que recordar que nos laváramos los dientes, porque la disciplina del aseo personal es parte natural de nuestra vida. De igual modo, al elegir una práctica de meditación y sostenerla con regularidad, más allá de nuestros altibajos personales, aprenderemos a trascender las limitaciones que boicotean nuestras decisiones positivas y sanas. Una vez que la motivación nos pone en marcha, el esfuerzo y la constancia serán los que nos ayuden a mantener la disciplina.
Compromiso
Y para completar este sistema virtuoso sumamos el compromiso, que surge de la honestidad en nuestra intención de practicar, de la clara comprensión que nos lleva a practicar y de la coherencia para alinear nuestros valores, pensamientos, elecciones y acciones en un todo congruente. Este compromiso interno es el que garantizará la voluntad necesaria para sostener nuestra práctica meditativa. Una vez que la motivación nos alienta y la disciplina nos sostiene en la práctica, es el compromiso el que nos hará poner toda nuestra mente y nuestro corazón en la práctica que estamos haciendo.
Y como todo camino, el camino de la meditación también se recorre paso a paso. Si recibimos con conciencia y aceptación este preciso momento, con la ayuda de nuestros tres aliados en el camino, cada paso será motivo de regocijo y preludio de mucho más.