De todas las herramientas que podemos usar para alcanzar el estado de plena conciencia y felicidad interior, probablemente la respiración sea la más fácil y recomendable de practicar. Así lo sostiene en su libro Mindfulness, Bliss and Beyond: A Meditator´s Handbook, Ajahn Brahm, un monje budista que es abad y director de la Sociedad Budista de Australia Occidental y autor de varios libros sobre budismo.
Dentro de la práctica que propone, Brahm nos guía a través de siete etapas de la meditación que se basan en la respiración como elemento central. A medida que vamos practicando y afianzándonos en la meditación a lo largo del tiempo, debemos ir cumpliendo progresivamente estas etapas y experimentarlas en su orden natural.
Etapa 1: Conciencia del presente
Para estar presentes, es necesario soltar con nuestra intención toda referencia al pasado y al futuro, dejando ir todos nuestros recuerdos y expectativas. De ese modo, estaremos disponibles para registrar plenamente el momento presente, ¡nada más y nada menos que el único momento donde existimos verdaderamente, ya que todo lo demás es imaginado!
Etapa 2: Conciencia silenciosa del presente
Una vez que hemos soltado el pasado y el futuro, no tardaremos en percatarnos que nuestra voz interior sigue hablando en forma de comentarios, interpretaciones, opiniones y juicios. En esta segunda etapa, practicamos para acallar esta voz, entrando en un estado de silencio interior. Cuando contemplamos nuestro presente de este modo, nos abstenemos de juzgar: tan sólo experimentamos el momento.
Etapa 3: Conciencia silenciosa del presente, enfocada en la respiración
El foco exclusivo de esta etapa es el propio proceso de respirar. La atención se centra en todo lo que sucede cuando inhalamos y exhalamos: los movimientos musculares, la sensación del aire que entra y sale de los pulmones, el ritmo y volumen de la respiración, la temperatura del aire que entra y sale del cuerpo, y todos los otros aspectos del proceso respiratorio.
Etapa 4: Atención exclusiva y prolongada en la respiración
A medida que nos enfocamos en el proceso de respirar, empezaremos a tomar conciencia de cuánto cambia la respiración: cada pensamiento y emoción afectan de modo sutil nuestra respiración de algún modo. A medida que se enfoca la atención y se silencia la mente, la respiración refleja este aquietamiento y se vuelve de modo natural más lenta y más profunda. En este estado, perdemos la sensación de estar ahí, nuestro yo comienza a disolverse. Brahm llama a este estado “la respiración hermosa”.
Etapa 5: Atención completa y sostenida en la respiración hermosa
Como extensión natural de la etapa anterior, ya no hay esfuerzo alguno y nos complacemos plenamente en el proceso de respirar. Se diluyen las etapas y detalles de la respiración y sólo queda la belleza y liviandad de la experiencia presente. Es el efecto de salirnos de nuestra mente conceptual.
Etapa 6: Experiencia de la mente libre
Se trasciende la conciencia del cuerpo, del pensamiento y de los sentidos, dando lugar a un hermoso estado interior llamado nimitta. Es la mente liberada de toda atadura y expandida más allá de las limitaciones, y por ello este estado puede ir acompañado de visiones de luz, o de una conciencia gozosa y llena de paz. Toda experiencia de libertad interior suele venir acompañada de diversas formas de bienestar.
Etapa 7: Estado meditativo
Esta etapa se caracteriza por una ausencia de voluntad, es un estado de conciencia sin elección, totalmente libre y abierta. Este paso puede generar algo de temor en los practicantes con menos experiencia, ya que no están acostumbrados a la experiencia de soltar totalmente el control ni dejar que el presente sea sin restricción ni preferencia alguna. No todos pueden dejarse ir por completo sin una previa maduración interior y comprensión de hasta qué punto el apegarnos a un yo controlador nos lleva a sufrir una y otra vez.
Estas siete etapas son instancias de un camino que cada uno deberá recorrer a su propio ritmo y respondiendo a su propia necesidad. No se pueden forzar ni acelerar. Tal vez nos lleven toda la vida. No hay apuro. La meditación nos despierta a un sentimiento compasivo hacia el mundo, comenzando por nosotros mismos y respetando nuestra singular forma de andar.