Hay algo tan sanador en el simple hecho de decir la verdad.
A nosotros mismos. A un amigo de confianza que no nos juzga. A nuestro diario. A los dioses, a las montañas, a los animales salvajes de la selva.
No la verdad “linda”, la vieja, la que repetís como un loro para agradar. No la verdad conceptual de la mente. Sino la cruda y desordenada verdad, esa que sale en este instante de nuestro corazón salvaje. Esa que destruye la imagen que una tiene de una misma, el personaje (la máscara) creado para ganarse el amor, para impresionar a la gente o simplemente, para mantenernos “seguros” y “sin problemas”. Bueno, a veces lo que una vez fue “seguro” hoy se volvió una prisión autoimpuesta. Te morís de ganas de perder el control y decir la verdad salvaje. O susurrarla. O gritarla al cielo.
No la verdad conveniente, la socialmente aceptada, la verdad del “tipo bueno”. No la verdad “espiritual” armada para impresionar a los profesores, gurúes y amigos y ganar millones de seguidores.
Sino esa verdad que te da un poco de miedo contar. La verdad que hace que se te acelere el corazón. La verdad que te provoca vértigo cuando la decís.
La verdad vulnerable. La verdad que te hace temblar, sudar, que te deja con la boca seca, y que al mismo tiempo que la decís, pensás “¿qué corno estoy haciendo?”.
La verdad sobre tu inmensa soledad. Tu duda abrumadora. Tu remordimiento penetrante. La verdad sobre tus deseos y anhelos “pecaminosos”, ansias y celos. La felicidad incontrolable que ya no podés esconder más. El enojo que reprimiste por tanto tiempo que te está enfermando el cuerpo. La frustración, el aburrimiento, la esperanza o la desesperanza, la “locura” que ya no podés callar más.
Lo que reprimís te termina reprimiendo. Y lo que resistís es lo que te termina deprimiendo.
Te puede aliviar tanto, puede ser tan liberador el simple hecho de decir la verdad. Colapsar, atravesar una crisis de sanación y simplemente decir la verdad, permitirla nacer, traerla a la existencia. Cantarla, bailarla, volcarla en un poema. Escribirla en un pedazo de papel y quemarla. Proclamarla en silencio o bien fuerte a todos los dioses y las diosas. Vas a encontrar tu propio camino. Vas a encontrar tu propia y única expresión de la verdad. O ella te va a encontrar a vos.
Decir la verdad de este momento y dejar que entre el amor. La verdad que hace añicos a la vieja seguridad pero trae una nueva seguridad…
Jeff Foster
Traducción al castellano: M. Lucila Sörös ¡Gracias!