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Cultivando la autocompasión

Jack Kornfield explica que autocompasión es necesaria y puede mostrarnos el regalo oculto dentro de nuestras penas
por Jack Kornfield

Sostente como una madre sostiene a su hijo amado. —Buda

Nos apresuramos a juzgarnos unos a otros. Y así como juzgamos con dureza a otros, nos juzgamos a nosotros mismos con mayor dureza aún. Con atención plena, nuestra compasión natural crece. Podemos ver que todos llevamos nuestra propia carga de lágrimas. Tanto nosotros como todas las personas que conocemos compartimos en cierta medida el dolor actual del planeta.

Estamos invitados a ser testigos de este dolor – en nosotros mismos y en los demás – con compasión.  Pero ¿cómo podemos hacerlo cuando vivimos en un momento en que parecemos haber perdido todo contacto con el poder de la misericordia y de la compasión, cuando nos hemos cerrado al sufrimiento de nosotros y de los demás?

Tenemos que empezar a sentir las lágrimas que derramamos por nosotros mismos antes de poder llorar por otros. Estas lágrimas son en verdad un gran regalo. Son la misma humedad que hace brotar nueva vida de la tierra seca cada primavera. Para los indios Sioux Lakota, la pena se considera un gran regalo porque creen que los dioses están más cerca de nosotros cuando sufrimos. Cuando un indio Sioux ha sufrido una gran pérdida y la está penando, es considerado “wacan” o “el más sagrado”. Se cree que las oraciones de quienes están pasando por un dolor son especialmente profundas, y la comunidad a menudo pide a quien pena que rece por ella.

Esto no significa que la compasión será fácil, especialmente cuando nos han traicionado o hemos sufrido una pérdida irreparable. Como rezan los sufíes: “Supera toda amargura que pudo haber surgido porque no estás a la altura del dolor que te ha sido confiado.”

Tal vez al querer sanar encontremos que volvemos a caer en viejos hábitos de enojo y resentimiento. Esto puede ser sumamente frustrante. Luego de pelear durante medio siglo contra el Imperio británico, Mahatma Gandhi manifestó que su opositor más formidable no era el Imperio Británico ni el pueblo indio, sino un hombre llamado Mohandas Gandhi: “Sobre él parezco tener muy poca influencia”.

Pero es necesario aprender que merecemos ser amados. El Buda lo expresó con mucha simplicidad: “Podrás buscar en las diez dimensiones del universo y no hallarás un ser más merecedor de amor y compasión que quien está sentado aquí – tú mismo.” La autocompasión y el perdón de uno mismo no son debilidades, sino las raíces de nuestro coraje y magnanimidad. A veces la compasión por nosotros mismos y los demás parece difícil de invocar. Pero aun si perdemos contacto con estos sentimientos durante nuestros sufrimientos más intensos, la compasión es una parte esencial de nuestra naturaleza. De hecho, es dentro de esta autocompasión y amor por nosotros mismos que encontramos la fortaleza de llevar una lámpara al cruzar nuestras noches más oscuras. Y es practicando primero la autocompasión que encontramos no sólo la manera de sostener nuestras propias luchas y penas en nuestro corazón —sino que mediante ellos aprendemos a conectarnos con los sufrimientos y penas de quienes nos rodean.

Esta autocompasión nos ayuda a todos a sobrevivir. Hace que peguemos un salto para apartarnos de la trayectoria de un auto que aparece a gran velocidad al dar vuelta la esquina. Valoramos nuestra vida. La autocompasión se esfuerza por mantenernos vivos aún en situaciones de completo abandono y abuso.

Al atravesar nuestras dificultades, podemos aprender a traer un cuidado amoroso a todo lo que experimentamos. Encontraremos que el amor y el cuidado tienen la extraordinaria capacidad de transformar las penas de nuestra vida en una gran corriente de compasión.

Seamos amables con nosotros mismos – no debería ser una lucha. Seamos conscientes de nuestras limitaciones. Extendamos nuestra compasión tan solo hasta donde sintamos que nuestro corazón se abre con naturalidad. Plantemos nuestra semilla de confianza. Crecerá cuando le llegue el momento.

Cuando enfrentemos pérdidas, frustración, dolor y conflicto, invitemos al sentimiento de dignidad propia. Sentémonos erguidos, pongámonos de pie. Tengamos respeto, paciencia y compasión por nosotros mismos. Así, podremos enfrentarlo todo.

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