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Cómo acelerar nuestro despertar

El despertar implica aspectos voluntarios e involuntarios. ¿Qué prácticas favorecen el despertar espiritual?
Por Virginia Francisco

Es importante recordar que aquello que llamamos “camino espiritual” tiene un destino. Por eso es un camino. Llamamos a ese destino “despertar”, “iluminación”, “salvación”, “liberación”, y de otras formas más. Es más fácil nombrar esta iluminación que explicar de qué se trata, pero a los fines de tomar un punto de partida para esta reflexión, podemos decir que consiste en el reconocimiento de nuestro verdadero Ser.

Con esto, ya estamos dando a entender que quien creemos ser, no es quien en verdad somos; al igual que parece real todo lo que soñamos mientras lo soñamos, pero es reconocido como irreal al despertar. Lo interesante de esta noción, es que sin despertar no me puedo dar cuenta de lo irreal que es el sueño.

Las personas tenemos el potencial de despertar, como de un sueño, a la realidad esencial que somos. Pero para ello es necesario que dejemos de soñar, es decir, de proyectar con nuestra mente un universo que es meramente conceptual e imaginado. Si no estamos familiarizados con esta idea, puede sonar extraña la noción de que nuestra vida tal cual la vivimos es ilusoria o irreal, si bien místicos, sabios y poetas de todos los tiempos lo han venido señalando: desde Calderón de la Barca a Shakespeare y desde Rumi hasta Sri Ramana Maharshi. Es natural esta extrañeza, como es natural sentir mientras soñamos que esos contenidos oníricos están sucediendo en realidad, aunque la verdadera realidad es que estamos durmiendo en nuestra cama y nada de lo que estamos soñando sucede objetivamente.

Por ello, tarde o temprano, toda persona con vocación de explorar la verdad de su experiencia, más allá de toda suposición o creencia heredada, debe buscar trascender voluntariamente  lo imaginado y despertar a la real conciencia de ser. Esta experiencia de despertar incluye dos aspectos: uno voluntario y otro involuntario. Es decir, por un lado hay gestos, actitudes y actos concretos que podemos hacer para favorecer el despertar – como cuando queremos ganar la lotería y compramos la mayor cantidad de números posibles – y por otro, hay un aspecto de gracia que nos llega, y que no es proporcional o directamente conectado con lo que concretamente hacemos – salimos sorteados o no en la lotería. Si bien el comprar más números aumenta la probabilidad de salir sorteados, podemos comprar una cantidad inusitada de boletas y perder, o podemos comprar un solo número y ganar. Ese es el aspecto involuntario de la iluminación espiritual. Un antiguo maestro del budismo zen solía explicar que la iluminación es “accidental”, pero que con nuestra aplicación y prácticas, podíamos hacernos más “proclives a los accidentes”.

En cuanto al costado voluntario del proceso iluminativo, tenemos a disposición una cantidad casi ilimitada de alternativas, caminos, herramientas y líneas de trabajo espiritual. Estas alternativas de prácticas nos ayudarán a hacernos “fértiles” para el florecimiento de la real conciencia que somos. Como sucede en otros ámbitos, el tipo de práctica espiritual que elijamos será una cuestión de afinidad, madurez, preferencia o cercanía. Pero más allá de los estilos y diferencias, hay cuatro elementos que es recomendable formen parte de nuestra “sadhana” o práctica espiritual:

  • Buena compañía: esto significa proximidad con enseñanzas, sabios, verdades, prácticas y practicantes espirituales. Como una esponja al apretarse, exuda lo que absorbió anteriormente, el impregnarnos de las verdades espirituales nos permitirá expresarlas cuando nos “aprieten” las circunstancias de la vida, que indefectiblemente sucederá.
  • Autocontrol: es fundamental ejercer una auto regulación de nuestros hábitos y reacciones, para pasar de reactividad ciega a respuesta elegida. Sólo así podremos transformar gradualmente nuestra experiencia y dejar de ser víctimas de las circunstancias y de nuestros condicionamientos.
  • Satisfacción: la práctica de la satisfacción implica trascender las historias que la mente cuenta respecto de las vivencias y elegir en cambio aceptar cada momento tal cual es, como si lo hubiéramos elegido así. Cualquiera que haya observado mínimamente sus pensamientos, habrá visto que la mente interpreta y juzga constantemente lo que experimentamos. Esos juicios generan reacciones que “colorean” nuestra experiencia y tienen poco que ver con ella.
  • Autoindagación: es el mirar directamente nuestro ser, vivir la experiencia pura del momento, invitando a la atención a dejar de posarse en objetos y replegarse en su propia fuente. Es decir, la atención vuelve a la fuente de la que partió hacia los tres tipos posibles de objetos en que puede posarse: pensamientos y sentimientos, percepciones sensorias y sensaciones físicas. Mediante los pensamientos experimentamos la mente, mediante las percepciones sensorias experimentamos el mundo y mediante las sensaciones físicas experimentamos el cuerpo. Durante la autoindagación, hay un repliegue de la atención y en lugar de “atender” objetos, la atención se “mira” a sí misma.

Idealmente, si buscamos acelerar el proceso del despertar en nosotros, incorporamos estos cuatro ingredientes en nuestra práctica espiritual, que constituye ni más ni menos que nuestro estilo de vida. Y si no podemos abarcarlos todos, cultivemos al menos uno de ellos. Ya que cualquiera de estas prácticas que abordemos con un corazón puro y sincero y una mente receptiva y abierta, será un gran acelerador de este proceso en el que todo ser humano se encuentra, lo sepa o no: el de alinear nuestra experiencia de vida con nuestro esencial y verdadero Ser.

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